El Dragón de las Alturas
CAPITULO II: El canto de las Sirenas
Madrigoloide llevaba ya tiempo caminado, cuando encontró su primer obstáculo, un gran hueco que no dejaba seguir su camino, tenía que llegar a la otra orilla a como fuera lugar, en eso observó a dos pequeñas barcazas en el lago que se había formado en el cráter (pues no era nada más un hueco sino que por debajo pasaba un tubo del AyA), eran los navegantes del hueco. Originalmente no eran marineros, pero al caer dentro tuvieron que adaptar sus vehículos para que pudieran flotar y ahora ofrecían sus servicios a los viajeros que deseaban llegar al otro lado del asfalto, los navegantes se presentaron, se llamaban Caronte y Ulises, Madrigoloide eligió ir con Ulises ya que el otro tenia una apariencia muy misteriosa y daba un poco de miedo. Ulises comentó que debían evitar el centro del hueco, ya que ahí moraban las sirenas, que llamaban con sus cantos a los mortales para nunca verlos regresar, se estaban alejando del centro del cráter cuando un ímbecil que venía picando cayó dentro del hueco y como venía escuchando regueetón las ondas de ruido hacían que la barca se acercara cada vez más al centro del lago, los viajeros de la balsa se taparon las orejas con cera, no por miedo a las sirenas sino por el puto escándalo que hacía el carro que había caído al hueco, por suerte el que venía segundo en el pique cayó poco después justo sobre el primero y como traía el nitro hasta el fondo al chocar contra el otro carro explotó y ese fue el fin del regueeton. Nuestro héroe aliviado se sacó los tapones de los oídos; sin embargo la explosión había arrojado la balsa justo a la isla de las sirenas, ahora la música envolvía sus sentidos y lo llenaba de un extraño sopor, fue a buscar su origen haciendo caso omiso a Ulises quien aún tenía los tapones puestos y le rogaba que no se internara en el centro de la isla del hueco.
Al llegar Madrigoloide al centro de la isla se encontró con el Night Club Las Sirenas, entró y estaba a punto de conseguirse un baile privado gratis, cuando escuchó las sirenas, solo que estas eran las de
Madrigoloide nadó y nadó hasta que al fin pudo salir de aquel terrible hueco en la carretera, vio un rótulo en la calle, estaba en el pueblo de Estamos Jodidos, es decir Madrigoloide llegó de mojado a aquel pueblo.
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