domingo, octubre 16, 2005

Smoke on the Water

En medio de la algarabía de la feria local decidí irme de paseo y cambiar de ambiente por uno más relajado como el que se podría encontrar en alguna fuente de aguas termales; y fue hacia un destino así al que dirigí mis pasos. Llamé a unos amigos y acordamos salir el viernes a las 11 a.m. con destino a una pared rocosa, en medio del bosque tropical, cuya principal cualidad es la temperatura de las aguas que de ella brotan. Veintinueve horas después de lo acordado viajaba yo en un destartalado autobús, pensando en que si la única persona que no había desertado del viaje, estaría aún esperando en la parada, cosa que, afortunadamente, así fue.

Una hora después, atravesábamos ríos saltando cual gacelas entre resbaladizas rocas, bueno, al menos yo sí lo hacía; mi compañero optó por quitarse los zapatos, cambiarse los jeans que vestía por una bermuda y atravesar la corriente a pie; un método que requiere menos agilidad pero que siempre envolvía su riesgo debido al
enorme cangrejo, de unos 25 cm, que al verse acorralado corrió a ocultarse dentro del río, en algún lugar del trayecto entre la otra orilla del riachuelo y los desnudos pies de Varo mi compañero. Por fortuna – para el cangrejo – los gordos dedos pasaron lejos del alcance de las potentes tenazas. El trillo pasaba entre enormes árboles centenarios y verdes parajes, yo con mi enorme mochilla de explorador en la espalda, me sentía en lo más profundo de la selva costarricense, lejos de toda civilización – algo así como en Jurasic Park, aunque en realidad estaba a menos de un kilómetro de la carretera principal – así después de un breve trecho entre agua, tierra, hojas, verde y más verde; al tocar con mi mano un pequeño flujo de agua que recorría unas rocas, tuve la alegre sensación del calor, habíamos llegamos a nuestro destino.


La puesta en pie de la tienda de campaña fue la prioridad número uno – bueno la de mi amigo fue abrir una lata de cerveza – la cosa precisaba, el ocaso y la lluvia no tardaban en caer, así que en busca del lugar apropiado recorrí el área. De aquel sitio donde solo existían unos hoyos en el barro llenos de agua tibia, como la última vez en lo visite, casi nada quedaba, el sitio que tenía en mente para poner la tienda era ahora ocupado por una gran piscina alimentada por un chorro vaporoso, los charcos donde caía el agua son ahora piletas de concreto y piedra de río, definitivamente el lugar a cambiado, y para bien, pues ahora es más amplio y cómodo, sin estropear el ambiente natural en que se encuentra. Finalmente optamos por poner la tienda en una alta explanada que tiene la finalidad de servir como parqueo ¡como parqueo! pues sí, aparte de los cambios antes mencionados se me olvidaba decir que ahora se puede acceder en auto –4x4 recomendado – hasta las mismísimas aguas termales; una lástima que la gente se tenga que privar ahora de un paseo por el bosque para poder llegar, lo cierto fue que yo no lo hice y me alegro mucho de ello, la corta caminata vale cada paso. Una vez colocada la tienda en su sitio, ¡¡¡¡¡a disfrutar!!!!!!! Lo malo era que ya era tarde y no tardo en crecer la oscuridad, aumentada por la sombra de los grandes árboles bajo los que nos refrescamos en medio de las aguas.

“Agua caliente que recorre mi cuerpo, cae en concentrado chorro sobre mi espalda, recorre mis hombros y descansa en mi cabeza, mientras sumergido en cristalino pozo de blancos vapores, la oscuridad se apodera del espíritu del bosque.”

Que poético ¿no?, pues si, se hizo de noche y yo estaba en el agua, empezó a llover y yo estaba en el agua, tomaba mi cerveza y estaba en el agua, acabo de llover, salieron las serpientes y yo estaba en el agua; lo de las serpientes es cierto – principalmente para las venenosas que salen de noche – pero bueno, de momento no nos preocupamos y los ofidios tampoco, pues no se dignaron a aparecer, al menos no los vimos, y es que no podía ver ni mis manos pues la oscuridad era tan densa que sugerí a mi amigo encender un cigarrillo para no hablarle más a lo negro de donde emergía su voz y poder ver donde se encontraba guiado por braza de su cigarro. Y es que hablar con alguien que no puedes ver se siente raro, algo así como hablar con tu conciencia, solo que ahora responde y conversa sobre familia, mujeres, alcohol, sexo, anime, más mujeres, más sexo y mucho más anime – ¡la conciencia era Varo que esperaban! – es decir casi lo mismo de la verdadera, solo que con más anime, menos inteligencia y mucho menos mujeres que la real..
Pero bueno teníamos que salir del agua a alguna hora, como a las 10:30 pm nos retiramos a la tienda, arrugados como pasas y en total oscuridad, gracias a que Varo llevaba un maltrecho foco pudimos encontrar el camino hacia la tienda. Luego de n intentos por encender un fuego que nos alimentara y calentara, pues la técnica de esconder la leña bajo la tienda para evitar que se mojara no funciono, optamos por abrir un atún echarle mayonesa y zamparlo con pan cuadrado, muy rico y novedoso, claro que mi compañero pensó que el atún venia vivo o algo así y de un solo cuchillazo atravesó la lata, cosa de lo que nos percatamos al llenarse la tienda de aceite de pescado, el resto del menú lo completaron unos marshmallows –la fe era comerlos derretidos al calor del fuego– que acompañe con atún, cosa que por el bien de su sistema digestivo les recomiendo no hacer. Una vez comido y bebido intente dormir en medio de aquel aroma a atún que llenaba toda la tienda.
Al amanecer, luego de 1 hora de sueño, volvimos otra vez a las piletas, solo que ahora el encargado del lugar –¿¡tienen encargado!? –nos miraba misteriosamente y muy amable nos comunico que en aquel lugar estaba prohibido acampar y que eran ¢1000 por la entrada, bueno solo nos cobró un día por lo menos, así que a guardar al tienda y disfrutar la mañana, que se alegró al llegar más visitantes y entre ellos lindas jovencitas en traje de baño.

Llegado el momento de partir, recogimos todo y nos pusimos en marcha a espera el autobús, pero pasó primero un pick-cap. El carro se detuvo donde nuevamente comenzaba el pavimento –el camino recorrido hasta entonces era de grava– pues el transito vehicular estaba bloqueado por el famosísimo Tope, así que tuve que emprender camino a casa entre caballos y boñigas, mencione en el blog anterior que no se vendía licor en las calles, pues es cierto porque ahora lo regalaban, el guaro de caña en bolsitas sabe mejor…

Hasta pronto, esperaré poder seguir informando los infortunios de Madrigoloide

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