domingo, mayo 10, 2009

El viejo de la perra

Micro dramas de la vida real

Cuando lo vimos estaba bajando de su canoa, medio árbol ahuecado, cincelado a punta de hacha, machete y sudor, acomodaba su gorra entre manojos de cabello gris, la cara curtida por el sol, con surcos profundos que salían de sus ojos, como de lagrimas que duelen demasiado.

Pregunto por los guardaparques. Era para mí todavía una ilusión en medio de la tarde fresca de la selva. Venia indignado, a poner una denuncia, alguien había envenenado a su perra.

Narró con ojos tristes que había ido al pueblo con su perrita a comprar unos víveres y hacer unos mandados; cuando la buscó de nuevo al terminar sus negocios la encontró muerta con espuma en la boca y el cuerpo aún tibio, mientras unos locales se burlaban de él.

Yo sé quien la mató, lo hizo a propósito, que daño tenía que causarle a un animal de Dios que no le hace daño a nadie, yo sé quien la mató y tengo las pruebas, yo sé donde compró el veneno.

Había ido a la guardia rural del pueblo a poner la queja, pero no le dieron pelota, se les ocurrió que remitirlo al puesto de guardaparques ubicado 10 kilómetros río arriba era una mejor solución a los problemas del viejo, y hasta donde nosotros llegó impulsado por un remo destartalado y el deseo de justicia.

Ella estaba ahí, en la pequeña balsa, ocupando el lugar que siempre había ocupado cuando salía con su amo, más quieta que nunca, más silenciosa que siempre. Era un perro amable de esos que cuando se les llama se acercan con la cabeza gacha esperando cariño, esos flacos y llenos de pulgas cuyo pecado fue nacer en la calle, era linda aun cuando el rigor mortis empezaba a acariciar su cuerpo.

No valieron de mucho las explicaciones del funcionario sobre que el acto fue cometido fuera de la jurisprudencia del parque, y que con la inexistencia de pruebas no se podía culpar al sospechoso.

Solo al final el viejo, resignado, expresó… “pero ella era mi amiga” y calló, montó en su inestable balsa y se fue más solo que nunca en medio del rio, mientras trataba que su canoa no volcara ante el paso de las lanchas llenas de turistas rumbo a Tortuguero.


Créditos fotografía http://arturoalape.blogspot.com/