martes, septiembre 20, 2005

DÍA DE LA MADRE

Llega el Día de la Madre, ese icono tan importante en nuestras vidas, una madre, una mamá, mi mamá, que puede ser más importante que una madre. Mucho se a escrito sobre las madres, aunque no siempre lo suficiente, por eso mejor no voy a escribir sobre las ellas, porque ellas merecen algo mucho mejor que mi prosa malhecha y risible. Pero si me enfocare en lo que mis consanguíneos subterráneos y yo hicimos al visitar la Madriguera Mayor, esa donde viven mis abuelos desde cuando aún se podía vagar libremente por la superficie y no era necesario, como ahora, sobrevivir en la profundidad de la tierra.

Mi mamí, como primer gran intento de romper las tradiciones gastronómicas de la familia no hizo arroz con pollo con es costumbre (creo que ya en otro blog me referí a ello) sino que influenciada por la cultura oriental se jaló un chop suey riquísimo – me parece que hemos cavado demasiado profundo y que además en el otro lado del mundo alguien quiere construir una supervía algo así como un Tokaido Shinkasen intraterra– mi abuela muy feliz pero a la a la vez siempre echando un ojo a las multitudes de carajillos que corrían por ahí, recibía los regalos que mis tíos le daban. Yo me limite a asistir todo serio, con lentes y una camisa manga larga, que quedaron hechos un puño en no sé que rincón de la casa luego de que me fuera a la plaza a jugar fútbol, deporte para el cual soy malo, pero lo que se dice un perra, pues nunca me incline mucho a practicar ese deporte, ni ningún otro; los que si juegan son mis primillos, algunos son todos unos ases futboleros, lo gacho es que como soy uno de los mayores siempre los más chiquillos me hacen es bailado, pero bueno la gracia es divertirse y sudar un rato la camisa, pero ese rato se convirtió en una mejenga de más de tres horas después de las cuales mi desvalido cuerpo no valía un cinco y claro toda la semana siguiente amanecí, viví y dormí con el cuerpo hecho un nudo y todo arratonado.

Ahhh se me olvidaba mencionar el regalo que le di a mi mamita, pues resulta que su servidor estaba haciendo dieta –es en serio no te rías— por lo que regalar chocolates era una tentación que me quise evitar, así que llegue a madriguera nada más y nada menos que con un enorme pollo asado, que felizmente deguste con mi mamá— ¿Qué esperabas, que regalara una lavadora? no soy asalariado—.

Los veo y Feliz día a todas las Madres, que se lo han ganado.
PD: Si querés un pollo asado de regalo, envíame un mail y por ahí te invito.

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