Sí, después de la tempestad viene la calma, el final de este semestre estuvo de infarto, casi al borde del colapso nervioso, pero lo importante fue que logre vencer al monstruo, a esa Hidra que ya una vez me había hecho morder polvo, dejándome el cuerpo roto y con olor a resina industrial quemada por el continuo trabajo de las inyectoras de extrusión, pero me levante y nuevamente la enfrenté, esta vez en solitario sabiendo que la experiencia de la caída me serviría para lograr superarla, la batalla fue desigual, solo contaba con una ración minúscula de guayabas con las que logre entretener al monstruo (es que a las hidras les encanta esa fruta) y aunque en el momento decisivo mi arma principal falló y me dejó totalmente desarmado rogando compasión ante el monstruo de cien cabezas, parece ser que las guayabas le gustaron bastante pues no tenia mucha hambre. Así que acerté el golpe final y logré derribarlo yo solito sin ayuda de nadie, hecho que creo es histórico pues aunque cientos la han derribado nadie en esta tierra la había derribado en solitario.
Las otras batallas sí que fueron una total carnicería, por la cantidad de bajas se acercan a la batalla de Stalingrado. Por eso ahora me relajo escuchando música y tratando de lograr lo que ni Einstein pudo hacer, unificar las cuatro fuerzas fundamentales del universo: Mujeres, licor, comida y el sueño (no obstante existe una cerrada discusión acerca de la existencia de nuevas fuerzas aun desconocidas).
Pero no se puede olvidar que
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