sábado, junio 13, 2009

Polvo rojo

Matando, estoy matando, limitando la vida.

Pero no se acaban, los derribos y otros los suplantan, tengo que detenerlos, salen como roedores de sus agujeros. Aquel corre rápido, apunto y disparo, lo veo caer ¿le di? No, se levanta y avanza, siento su juventud, sus agiles movimientos, su vigor y fuerza, ¡que forma de correr!, ¡que manera de empuñar el arma!, ahora sí, lo maté, pude ver el polvo rojo que reventó del pecho. ¿Lo maté? No, yo no lo maté, no soy un asesino, lo mató la metralla, lo mató la máquina, ella fue quien lo mató, yo solo apunto y presiono, lo mató su gobierno que lo hizo venir acá, lo mató su madre que le dio la vida, lo mataron las balas que perforaron sus pulmones, lo mató su capitán que le dio la orden de tomar la colina, lo mató mi superior que me puso acá con ordenes de aferrar esta pieza de metal que me domina y roba vida, ellos lo mataron, ¡yo no!

Y siguen saliendo, casi llegan, tengo que hacerlos caer, barro el suelo sistemáticamente, el ruido de la ametralladora taladra de mi mente. Taca-taca-taca-taca-taca-taca-taca. Taca-taca-taca-ta

Cinco, siete, nueve… ocho, nueve menos. Quiero rematar al de la derecha, se mueve aún entre lo que hasta hace poco era su interior, me da lástima, pero no hay tiempo, no hay tiempo, ni de vivir, ni de pensar, ahora soy una maquina de muerte, siento cada proyectil que disparo, cada vibración, cada vida que tomo.

El humo y el polvo me empañan la visión, ¿Por qué siguen saliendo? ¡No salgan más!, no ven que tengo que matarlos, no ataquen, por favor, ¡¡no ataquen!!...

Taca-taca-taca-taca-taca-taca-taca-taca-taca-taca-ta.

Quince, diecisiete….

Taca-taca-taca-taca-taca-taca-taca-taca-taca…